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En este capítulo quiero agradecer la amistad incondicional que los amigos de mi padre y mi madre, Mercedes y Francisco, brindaron a mis padres en los buenos momentos y en los malos momentos. Una amistad que surgió de la nada y se convirtió en un todo. Una amistad en el tiempo y en la distancia. AMICS PER SEMPRE. 

La llegada a nuestro nuevo colegio, “Airina”

Nuestra vida transcurría en Tarrasa. Todos con nuestros quehaceres diarios. Mi padre trabajando en la Administración de Hacienda, mi madre trabajando en casa, mis hermanas y yo estudiando en el colegio y mi hermano Nacho creciendo poco a poco.

Mis padres decidieron cambiarnos de colegio. El colegio Obispado de Egara era buen colegio a nivel académico, pero el problema era que impartían la mayor parte de las clases en catalán. Mis padres querían que recibiésemos nuestra educación en castellano. Encontrar en Tarrasa un colegio en el que impartiesen la mayoría de las asignaturas en castellano no iba a ser sencillo. Pero mis padres no iban a cesar en el empeño.

Finalmente encontraron un colegio que cumplía ese requisito. El colegio se llamaba “Airina”.

La Casa Puigarnau, un legado del modernismo

Este colegio, instalado desde finales de los años sesenta en el famoso edificio modernista La Casa Puigarnau, era un edificio de planta baja y dos pisos, situada en la calle del Norte nº 67. La Casa Puigarnau estaba considerada como patrimonio histórico de la ciudad de Terrassa y Bien Cultural de Interés Local. 

De su interior, recuerdo perfectamente la escalera de mármol blanco, dotada de barandilla y farol de hierro forjado. La escalera estaba iluminada de forma natural por una claraboya con vitrales de colores donde figuraba una garza rodeada de plantas y por tres aberturas con cristales de colores.

Los suelos eran mosaicos multicolores de formas geométricas. El techo estaba artesonado y decorado con flores de madera. Otra vez, nos beneficiábamos de la cercanía del colegio a nuestra casa e íbamos caminando a sus instalaciones. Salíamos de nuestra casa en la calle Mayor 17, cogíamos la calle Gavatchones, a continuación subíamos la calle peatonal San Pedro, tomábamos entonces la calle Camino Fondo y llegábamos a la Plaza Jacinto Verdaguer, nos metíamos por la calle Norte y ya estábamos en el colegio. El recorrido era apenas 12 minutos andando.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Nuestro paso por Airina

El colegio Airina era un colegio privado femenino, sin embargo, el parvulario era mixto. Lo cual permitía que mi hermano Nacho, que ya estaba en edad de escolarización, pudiese matricularse en el mismo colegio que nosotras, sus hermanas.

En el colegio Airina había que llevar uniforme lo que daba un respiro a las madres que no tenían que pasarse la semana pensando qué poner a sus hijas. El uniforme consistía en una camisa beige o blanca, falda escocesa de fondo verde botella a rayas amarillas y rojas, y calcetines también verdes botella. En invierno se llevaba un jersey verde botella y abrigo tipo trenca del mismo color.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

El nivel académico del colegio era más bajo que el del colegio público Obispado de Egara. De hecho, con lo aprendido en el colegio Obispado de Egara aprobamos con nota, sin problemas y poco esfuerzo, las asignaturas del Colegio Airina.

Era un colegio con actividades y patrones de actuar curiosos. Mi padre decía que hacían muchas “pijoteradas” y ¡qué razón tenía mi padre! De hecho en algunas clases si acertabas las respuestas a la preguntas de matemáticas o lengua que te hacían los profesores, te premiaban con unos cromos para jugar.

Había un día al año que cada niña podía ser “alumna de guardiadel colegio. Este puesto consistía en que la alumna se ponía en la entrada del colegio con su silla y su mesa de clase y llevaba a cabo tareas de recepcionista… curioso.

Todos los fines de curso las clases celebraban unos festivales en Matadepera. A 6 km de Tarrasa, Matadepera era un municipio que pertenecía a la comarca del Vallés Occidental. Se encontraba en un entorno privilegiado de naturaleza ya que se situaba en las laderas de la montaña de Sant Llorenç del Munt. En la actualidad se ha convertido en lugar residencial y es considerado uno de los municipios más ricos de España.

Los alumnos del colegio Airina íbamos al Polideportivo de Matadepera para poner en escena las actividades lúdicas de los festivales de fin de curso que llevábamos ensayando todo el año. Actuaciones de todo tipo con las que a los padres se les caía la baba viendo a sus hijas actuar.

Recuerdo que uno de los años, el curso de mi hermana Irene hacía una actuación con maracas. La actuación iba acompañada de una canción caribeña que le hacía mucha gracia a mi padre. Para el tema de las maracas, mi padre le preguntó a mi hermana Irene antes de que fuese el festival: “¿Hay que comprar las maracas?” Y mi hermana Irene contestó sin pestañear: “No,  la profesora nos da las maracas y luego hay que llevarle el dinero”. Mi padre se rio mucho con esta contestación y nos la recordaba a menudo. Cosas de niña. Cosas de la ingenuidad de no saber que todo cuesta dinero. Más aún sabiendo que para los catalanes “la pela es la pela” o como traduciría mi padre al castellano “los catalanes son de la cofradía del puño cerrado” o “los catalanes son más agarrados que un chotis”. Ahora que recuerdo, en realidad no eran unas maracas, sino unos bolos que llenaron con arena para simular el sonido de las maracas.

Desgraciadamente, ese polideportivo en el que las artes y habilidades de los alumnos de Airina afloraban, se derrumbó a principios de los años noventa. Gracias a Dios no tuvieron que lamentar perdidas personales. Más tarde se construyó otro pabellón deportivo en el mismo lugar, pero era otro pabellón. No era el pabellón de mis recuerdos.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Airina, un colegio del “Opus Dei”

El colegio Airina era además un colegio del Opus Dei. Mis padres no simpatizaban con esta institución, pero por lo menos sus hijos iban a recibir la enseñanza en castellano. Hasta ahora, “La Obra”, como se conocía al Opus Dei, se definía como una institución jerárquica de la Iglesia católica con la finalidad de favorecer la santidad de sus miembros.

Pero casualmente hace unos días, el pasado 4 de agosto de 2022, el Papa Francisco ha reformado el Opus Dei. Las nuevas indicaciones del Papa Francisco buscan acabar con una estructura excesivamente jerárquica y “rescatar” los valores carismáticos de una institución marcada por las luchas de poder y la singularidad, que la hace única en el mundo.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Enseguida nos dimos cuenta porqué nuestro colegio era del Opus Dei. Por ejemplo, las familias que llevaban a sus hijos a ese colegio no eran numerosas, sino numerosísimas. No en el sentido que eran muchas familias, sino en el sentido que las familias tenían muchos hijos. Había familias con siete y ocho hijos.

Además, era obligatorio confesarse cada semana. De hecho, la profesora pertinente, en este caso impertinente, pasaba lista en clase un día a la semana. Este pase de lista no consistía en decir “presente”, ya que no se pasaba lista para saber qué alumnos habían acudido a clase ese día en concreto.

Se pasaba lista para contestar a la pregunta: “¿Te quieres confesar? Entonces sólo había dos contestaciones posibles. Si contestabas con un “no” la profesora tomaba nota para poner tu nombre en una lista negra de los “no confesados”. Si la contestación era un “”, la mayor parte de las veces, esa contestación era forzada ya que os podéis imaginar qué pecados podría tener una niña de 11 o 12 años para que tuviese que confesarse todas las semanas. Así que, personalmente, llegué a “inventarme” pecados para tener algo que confesar ante el cura.

Otra muestra de que era un colegio del Opus, es que regularmente se impartían “cursos espirituales” para los alumnos en Torreciudad que era un santuario mariano a 24km de Barbastro (Huesca). La historia del Santuario de Torreciudad se encontraba estrechamente unida a José María Escrivá de Balaguer, fundador en 1928 del Opus Dei.

Y es que, en 1904, Josemaría Escrivá de Balaguer, de dos años de edad, fue llevado en peregrinación hasta esta ermita en brazos de su madre. Había sufrido una grave enfermedad de la que se temía su muerte, por lo que sus padres pidieron a la Virgen de Torreciudad su curación. Como había superado la enfermedad fue llevado en lomos de caballería desde Barbastro a Torre ciudad.

En la década de 1960, Josemaría Escrivá de Balaguer decidió construir un nuevo santuario en Torreciudad, aledaño al antiguo que databa del siglo XI, en agradecimiento a la Virgen. El santuario de Torreciudad, situado en un paraje con gran atractivo natural, conservaba una torre de vigilancia de la época árabe que daba nombre al conjunto: “turris civitatis”, (torre-de-la-ciudad). Junto a ella se alzaba, sobre unos ricos, la ermita construida sobre los vestigios medievales.

El santuario era un lugar en el que, desde el siglo XI, los cristianos habían venerado a Santa María bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad. La imagen de la Virgen era una talla románica. Era una de las llamadas “vírgenes negras”, sedente, con el niño en sus brazos mirando al frente.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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La amistad con Mercedes y Francisco

Gracias al colegio Airina mis padres conocieron a un matrimonio excepcional, Mercedes y Francisco. La amistad de ese matrimonio con mis padres empezó porque por las tardes mi padre iba a buscar a mi hermano Nacho al colegio y allí coincidía con otro Francisco, el padre de Marta, una niña compañera de curso de mi hermano Nacho.

Mi padre recordaba con gracia que cuando iba a buscar al colegio a mi hermano Nacho, Marta siempre salía de clase unos minutos antes que mi hermano Nacho y ella se encargaba de informar a mi padre de lo que había hecho, o no había hecho, mi hermano.

Tenían otra hija Ana, que iba a la clase de mi hermana Irene. Así que por coincidencias escolares los matrimonios empezaron a entablar una amistad que ha continuado a lo largo de los años.

Él, Francisco, un matemático, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y especializado en el área de investigación de la Teoría de Juegos. Un hombre alto y grande, muy culto y callado. Pero que cuando hablaba sentenciaba. Ella, Mercedes, una farmacéutica que regentaba una farmacia en Tarrasa. Una mujer muy delgada, con pelo muy largo, muy habladora y muy graciosa. Mi madre se hizo enseguida amiga de Mercedes. Y mi padre de Francisco.

En aquella época a mi madre le tuvieron que reconstruir el pecho que le habían quitado por el cáncer de mama que padeció en Madrid. En aquella época te quitaban el pecho y no te hacían reconstrucción de la mama hasta pasado un tiempo. Mis padres tuvieron que estar en el hospital una buena temporada y sus amigos, Francisco y Mercedes, se ocuparon de mis hermanos y de mí. Nos trataban con mucho cariño, como si fuésemos hijos suyos.

Recuerdo que Mercedes hacía unos espaguetis buenísimos y que Francisco disfrutaba muchísimo pasando rato con mi hermano Nacho. Francisco y Mercedes recuerdan, sobre todo, la sonrisa acogedora y llena de aire fresco que regalaba mi padre sin esfuerzo. Recuerdan lo trasparente que era mi padre en sus sentimientos. Siempre pendiente de su mujer y de sus hijos.

Según ellos, mis hermanos y yo hemos heredado su exquisita educación, su discreción y su simpatía. ¡Con haber heredado una tercera parte de lo que él era, ya sería mucho!

Y no sólo eso, sino que además Francisco y Mercedes comentan que mi padre nos inculcó el valor del trabajo. Destacan su honradez en su trabajo y el tiempo y energía que mi padre dedicó a formar a nuevos opositores que pudieron beneficiarse de su dilatada carrera. Dicen que, aunque mi padre quisiese pasar desapercibido, ha dejado una profunda huella en los que, como ellos, tuvieron la fortuna de compartir sus vidas con él. Tienen y tendrán a mi padre siempre a su lado.