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El paraíso no está muy lejos. No está a miles de kilómetros en alguna isla perdida en el océano. El paraíso está cerca. Sólo tienes que construirlo tú. Una vez has puesto los cimientos simplemente es cuestión de ir rellenando el espacio con todo lo que te haga sentir bien. Sin embargo, a veces te lo regalan sin pedirlo. Si tienes esa suerte, agradécelo. Ese será tu refugio, Ese será un lugar donde el tiempo no cuente. «En el paraíso no hay forma de saber si fuera está lloviendo y no importa. El tiempo es infinito y puede ir al revés, tan sólo pide por esa boca«. M.I.

Pocuelo (parte II)

Siguiendo en la planta baja del chalet de Pozuelo de Alarcón donde estaba la entrada que se vestía de Portal de Belén en Navidad, donde estaba la puerta que daba al garaje, donde estaba la cocina de los buenos olores y donde estaba el pequeño baño de los aromas florales… también había una puerta de madera acristalada que anunciaba una gran estancia. Anunciaba el salón.

Ese salón era muy amplio y tenía un espacio en el que había una gran mesa de madera con sillas y en frente había un piano de pared que solían tocar mis primos. Mi padre siempre recordaba, entre risas, como un día su sobrino Mario, justo antes de ir a la Misa del Gallo de una Noche Buena, se puso a desmontar el piano para enseñarle el interior a mi hermano Nacho y a mi padre. Mi tía Monicha entonces exclamó:

«¡Pero qué haces Mario! que nos tenemos que ir ya ¡Qué ocurrencias tienes!»

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

En ese chalet siempre se oían cantos e instrumentos musicales porque era una familia muy amante de la música. Mi tía Monicha cantaba en coros. Tenía una voz preciosa. Mi padre decía que su hermana cantaba haciendo «gorgoritos». Mis dos primos, Jesús y Mario, cantan también muy bien, pero el que ha llevado sus pasos a la música como profesional del canto ha sido mi primo Mario. Mi primo Jesús ha encaminado sus pasos hacia el mundo de la investigación médica.

Mi primo Mario, aunque es licenciado en Derecho, estudió canto y violonchelo en el Conservatorio de Pozuelo de Alarcón y en el Conservatorio Profesional de Música “Teresa Berganza” de Madrid ¡Cuántas veces le vimos practicar con el violonchelo en el salón del chalet de Pozuelo!

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Continuó sus estudios con Linda Mirabal y en el Royal Northern College of Music de Manchester (Inglaterra) con Barbara Robotham, donde obtuvo premio fin de carrera. Completó su formación en la Escuela Superior de Música Reina Sofía en la Cátedra de Canto “Alfredo Kraus”. Ha colaborado, en óperas, oratorios y recitales, con orquestas muy famosas bajo la batuta de directores de renombre. Ha participado en varias temporadas de ópera del Teatro Real de Madrid y de otros teatros y auditorios de la geografía española. Fue coautor en 2012, junto con Lucía Díaz Marroquín, del libro «La práctica del canto según Manuel García: ejercicios y arias de ópera del Tratado completo del arte del canto».

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Incluso intervino en los ciclos “Clásicos en Ruta” de la AIE y “Solistas del Siglo XXI” de Radio Nacional de España, Radio Clásica.  En la actualidad es barítono en el Teatro de la Zarzuela de Madrid ¡Todo un artista!

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Me contaba mi primo Mario que él solía asustar a su madre Monicha cada vez que mi padre llamaba por teléfono al chalet de Pozuelo de Alarcón. Y así, cuando mi padre llamaba y lo cogía mi primo Mario, le decía a su madre:

«¡Te llama un inspector de Hacienda!»

y ella, muy Morillo, siempre se asustaba. También dice mi primo Mario que le hacía mucha gracia la forma de expresarse de mi padre. Incluso últimamente, cuando mi padre llamaba por teléfono a mi primo, dice mi primo que lo pasaba en grande sólo escuchándole. Comenta que se parecía mucho a la forma de hablar del abuelo Paco, y eso de alguna forma satisfacía a mi primo. Expresiones como:

«Mecachis en la mar»

o

«Bendito sea Dios»

eran muy típicas del abuelo Paco y así las hizo suyas su hijo, «El Gran Pakitín».

Además comenta mi primo Mario que le gustaba mucho chinchar a mi padre haciéndole bromas y él siempre se lo tomaba bien. Según mi primo, mi padre era lo que los ingleses llaman un «good sport», es decir, una persona que se toma bien las cosas. Dice que mi padre nunca perdía la paciencia.

Mi primo Mario habló mucho con mi padre mientras estudiaba la carrera de Derecho porque le ayudó con las asignaturas de Derecho Tributario y Hacienda Pública. Asegura que mi padre sabía mucho de esos temas, sobre todo cuando estaba en activo.

Pero lo mejor, según mi primo Mario, eran sin duda las referencias de mi padre a la cultura «pop» que ni él sabía que tenía. También le hacía mucha gracia cuando mi padre citaba títulos de películas. Por ejemplo, en una ocasión mi primo se apuntó a un congreso y mi padre estuvo todo el rato diciendo «El congreso se divierte». O cuando decía

«¡Oh craneo de burro…!»

refiriéndose a la película de «Sansón y Dalila».  Dice mi primo que a él se le pegó esa expresión y aún sigue entonando el famoso: «¡Oh craneo de burro…!»

Vuelvo a la planta baja del chalet, a ese amplio salón, en el que había cabida también para un rincón muy especial. Ese rincón tenía una chimenea provista de «morillos», ¡sí, sí de «morillos»! que, aparte de ser el primer apellido de mi padre, de mis hermanos y de mí, también son las barras donde se coloca la madera para elevar el fuego del suelo. Al lado de la chimenea habían unas pinzas para cambiar la leña de la chimenea de forma segura y un fuelle para encender el fuego y mantenerlo encendido durante el tiempo que quisiésemos.

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Envolviendo a la chimenea, pero a una distancia prudencial de ella, habia una mesa central de madera maziza sobre una bonita alfombra y alrededor de esa mesa habia un sofá flanqueado por dos sillones.  Un rincon muy acogedor, enmarcado por un lateral de estanterias de escayola repleto de libros y otras curiosidades. Por detrás del sofá y los sillones había una balaustrada de madera rematada con una gran bola de madera del mismo color que la balaustrada.

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Recuerdo que cada vez que atravesábamos esa balaustrada para salir de ese rincón del salón, pasábamos la mano por esa gran bola de madera que servía de remate a la baranda y que al tocarla daba la sensación de tocar una bola de cristal que pudiese predecir el futuro. Sin embargo, en esos momentos, nosotros no queríamos saber nada del futuro. Nosotros queríamos vivir ese presente en ese espacio recogido y amplio a la vez.

En ese rincón de chimenea, de televisión, de mesa de madera, de alfombra, de sofá, de sillones, de estanterías y de balaustrada, pasábamos muchas veladas. Hacíamos sobremesas y luego veíamos alguna película en la televisión. En un ambiente tan musical como se vivía en el chalet de Pozuelo de Alarcón, no era de extrañar que una de las películas preferidas de mi tía Monicha fuese «Sonrisas y Lágrimas»  (1965). De hecho, mi tía Monicha participó como actriz en el musical » sonrisas y lágrimas» que se representó en Pozuelo y en el que hacía de madre abadesa del convento y cantaba una canción muy bonita.

Esa película era un adaptación del musical homónimo de Broadway. Tanto la película como el musical estaban basados en la novela «La historia de los cantantes de la familia Trapp», escrita por María Von Trapp. La cinta fue dirigida por Robert Wise y protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer. Cuenta la historia de María (Julie Andrews), una muchacha muy espiritual que deja el noviciado para convertirse en la institutriz de los siete hijos del capitán Von Trapp (Christopher Plummer), un hombre viudo y autoritario que, con sus estrictas reglas, no deja sitio en su casa ni para la alegría ni para la música. Sin embargo, María va devolviendo la alegría al hogar y se gana la confianza y el cariño de los niños a través, principalmente, de la música.

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La canción más popular de la película es «Do-Re-Mi». Esta canción, en la que la institutriz enseña a los niños a su cargo las notas musicales, ha sido un referente para generaciones. En ella se intenta emparejar cada nota musical con un concepto que les sirva a los niños para recordarlas. De esta forma la canción se convierte en una melodía muy pegadiza y difícil de olvidar una vez la has aprendido. Nosotros no la olvidamos.

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