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En este capítulo quiero agradecer a todos los amigos y conocidos que mi padre hizo en Zaragoza. Mi padre logró tener muchas y muy buenas amistades en todas las facetas de su vida. Siempre desinteresado y sin dobles intenciones. Allá dónde iba se hacía querer y es que era muy fácil quererle. Fue forjando amistades en el terreno laboral, en la vertiente ideológica, en el ámbito del entretenimiento y el ocio, en la dimensión religiosa, en su faceta de profesor, en el área médica, en su día a día. Iré ahondando en todos esos aspectos de su vida a medida que avance en los capítulos del blog.

Después del shock inicial vino la calma

Una vez nos recuperamos del shock inicial de contemplar esa algarabía, nos bajamos de los taxis. Intentamos abrirnos paso entre la multitud juvenil que abarrotada las calles y e intentamos sortear a aquéllos que estaban sentados a la entrada del edificio de la Calle Doctor Lozano Monzón nº 1.

Finalmente logramos entrar al portal y entonces nos invadió una sensación de aislamiento con el exterior. Una sensación de protección. Fuera el bullicio y el griterío y dentro el silencio y la calma.

Íbamos a conocer nuestro nuevo piso. Íbamos a conocer nuestro hogar. Cogimos el ascensor en varias tandas y llegamos a la planta tercera, curiosamente ese número de planta ya se había repetido en anteriores casas en las que habíamos vivido. Y mis padres abrieron la puerta de nuestro piso.

A primera vista, parecía un piso amplio y con bastante luz. En algunas de las habitaciones el suelo estaba enmoquetado lo que nos sorprendió ya que nunca habíamos estado en un piso en el que el suelo fuese de moqueta.

Fuimos hacia la sala de estar y allí estaban las cajas que había traído el camión de la mudanza. A mis hermanos y a mi nos entró un bajón enorme al ver que debíamos desembalar las cajas mientras dudábamos que el lugar escogido para vivir fuese en el que queríamos estar.

De repente, no sé si invadida por el espíritu de Agustina de Aragón o porque no había otra, me puse delante de mis hermanos que estaban sentados y medio llorando y les dije: “¡Venga, basta de llorar que tenemos que abrir las cajas! Ya veréis como mañana será otro día”. No sé si me puse muy mandona o muy motivadora, pero el caso es que mis hermanos poco a poco fueron reaccionando y fuimos entrando en faena.

Y sí, el día siguiente fue un nuevo día. Un domingo por la mañana. Un barrio tranquilo en el que incluso se escuchaba piar a los pajarillos. Un mismo lugar, dos versiones diferentes, la noche y el día. Nos dimos cuenta que íbamos a tener que acostumbrarnos a esta situación y que debíamos disfrutar de las cosas preciosas que ese barrio nos brindaba por las mañanas e intentar abstraernos de las cosas no tan bonitas que ese barrio nos traía por las noches, especialmente las noches de fin de semana.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

La Parroquia del Perpetuo Socorro

Curiosamente, en la Avenida Goya nº 7, a unos pocos metros de dónde por la noche la juventud se divertía, se alzaba la Parroquia del Perpetuo Socorro dónde por las mañanas y por las tardes los fieles iban a escuchar la palabra de Dios. Otro contraste más del barrio. Lo religioso frente a lo pagano.

La Iglesia parroquial del Perpetuo Socorro, de la orden de los Padres Redentoristas, fue proyectada en 1947 por Joaquín Maggioni Castellá. De inspiración renacentista, se le otorgaba al ladrillo caravista todo el protagonismo.

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Tenía una alta torre con cuatro campanas. Las cuatro estaban bautizadas con nombres marianos: La mayor, “Santa María del Perpetuo Socorro ”, la segunda, “Nuestra Sra. Del Pilar”, la tercera, “Virgen Inmaculada” y finalmente la cuarta, “Virgen de los Desamparados”.

La puerta principal, amplia y abierta bajo el arco abocinado, invitaba a la exploración. De inmediato te dabas cuenta que la fachada, hermosa pero demasiado sobria, contrastaba poderosamente con el esplendor interior.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

El interior del templo era de una belleza deslumbrante con evidentes referencias bizantinas. La imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro era hermosa recubierta de oro.

El icono de la Virgen del Perpetuo Socorro, de 2,20 m de alto por 1,50 m de ancho, llenaba el centro del retablo y se hacía bien visible desde el fondo de la iglesia y desde el coro. Magníficas también eran las dos hileras de columnas que recorrían, en los respectivos laterales, toda la longitud del templo.

Llamaban poderosamente la atención los abundantes y hermosos decorados de tonos dorados y amarillo reluciente, que contrastaban con el marrón oscuro de los bancos. También eran dignos de mención los frescos de los techos, los colores de sus vidrieras y su artesonado.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Había una residencia anexa a la parroquia en la que vivía el clero y se hallaba definida por un bello patio claustral.

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La Parroquia del Perpetuo Socorro fue durante muchos años la Iglesia a la que acudíamos a oír misa todos los domingos.

Incluso mis hermanas y yo formamos parte del coro de la parroquia. Un coro que fue puesto en marcha por el párroco de aquella época y del que los integrantes éramos amateurs en temas corales. El coro no tenía grandes pretensiones. Mi hermana Patricia tocaba la guitarra y mi hermana Irene y yo cantábamos. Éramos jóvenes y era una manera de participar más activamente en la eucaristía.

Mi padre también estuvo muy unido a esta parroquia e hizo gran amistad con el párroco, que se llamaba Alberto. Este cura inició su carrera redentorista en 1945 y llegó a cumplir, en 2005, los 60 años dedicados a la orden. La amistad entre mi padre y él continuó incluso cuando al sacerdote lo destinaron a Santander a la parroquia de La Inmaculada. Cuando el redentorista cayó enfermo, mi padre solía llamar y preguntar por él a la residencia en la que pasó sus últimos años. Cuando por desgracia falleció, mi padre sintió mucho su pérdida.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Nuestra nueva vida en Zaragoza

Y pasaron unos días y nos dimos cuenta que, efectivamente, Zaragoza iba sorprendiéndonos a mejor. La gente era muy amable. Nos llamó la atención lo mucho que se arreglaban para salir a dar una vuelta.

Su forma de hablar nos resultaba muy divertida y curiosa. Recuerdo que una de las vecinas de la calle Doctor Lozano Monzón nº 1, llamada Julieta, les dijo a mis padres que había un supermercado que estaba muy cerca y que tenía buen género. Ella dijo que el supermercado se llamaba “Sabeco. A nosotros nos hizo mucha gracia ese nombre, no podíamos imaginar que fuese el nombre de un supermercado.

Y habiendo ya pasado unos días de nuestra llegada a Zaragoza, llegaba el momento de que cada uno de nosotros nos dedicásemos a nuestros menesteres.

 

La Delegación de Hacienda de Delicias

Mi padre empezó a trabajar como Jefe de Inspector de Hacienda en la Delegación de las Delicias en la calle Conde de la Viñaza 12. Siempre recordaba con cariño los años en los que estuvo allí trabajando.

Era una Delegación pequeña en la que mi padre encajó a la perfección. Desde nuestra casa a la delegación había unos 3 km de distancia, más o menos, y mi padre solía coger el autobús de línea para realizar ese trayecto. Sin embargo, si salía con tiempo de sobra, le gustaba ir andando al trabajo dándose un paseo por las calles de su nueva ciudad.

Esta delegación en la actualidad está cerrada. Fue en 2013 cuando le pusieron el cerrojo definitivo. Y es que La Agencia Tributaria por aquel entonces decidió suprimir algunas de sus delegaciones provinciales por motivos de ahorro. Se vivía en un escenario de austeridad presupuestaria, y la búsqueda de la mayor eficacia y eficiencia posible junto con la optimización y racionalización de los recursos disponibles fueron los principios inspiradores que llevaron a cerrar las puertas de la Delegación de las Delicias.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Mi madre, ama de casa, se encargó de que nuestra nueva casa pareciese un hogar después de lo que suponía una mudanza. Una tarea que equivalía, sino más, a una jornada laboral de cuarenta horas semanales.

 

El Colegio San Agustín

A mis hermanos y a mi nos tocaba ir a nuevos colegios. Mi hermana Patricia, fue matriculada en el colegio San Agustín situado en el Camino de las Torres nº 79. El colegio San Agustín estaba cerca de dónde vivíamos, así que mi hermana Patricia, que empezaba 2º de BUP, podía ir al colegio andando.

Era un colegio de curas del que mis padres habían tenido muy buenas referencias. Mi hermana Patricia era muy buena estudiante, así que no le supondría ningún problema el sacar buenas notas en ese colegio.  

En 1930, Miguel Ángel Navarro proyectó para los Padres Agustinos el modelo más desarrollado y completo de tipología educativa religiosa anterior a la guerra civil.

El colegio incluía aulas, despachos, biblioteca, salón de actos, espacios deportivos y jardines interiores. Era una auténtica ciudad escolar, prácticamente autosuficiente, en la línea de lo que serían algunos de los grandes complejos escolares posteriores a la guerra civil. El uso masivo del ladrillo, tanto en el exterior como en los interiores, se inspiraba en la tradición mudéjar local.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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Pero, además, el proyecto incluía convento, residencia y hasta hospital con capacidad quirúrgica (en un pequeño módulo situado en el extremo izquierdo) y, por supuesto, un gran templo, la parroquia de Santa Rita.

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Al lado del colegio San Agustín y de la Parroquia de Santa Rita, en el Camino de las Torres nº 77, se encontraba El Polideportivo San Agustín, que fue creado el 12 de febrero de 1982 bajo la iniciativa de la Asociación de Padres del Colegio San Agustín.

El Polideportivo San Agustín contaba con unas amplias instalaciones con espacios interiores y exteriores. Mis padres, queriendo seguir el lema de dicho Polideportivo, Hacer deporte en familia, se hicieron socios y, por ende, nos hicieron socios a mis hermanos y a mi.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021
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El Colegio de Nuestra Señora de la Merced

Mi hermana Irene, mi hermano Nacho y yo fuimos matriculados en el colegio Nuestra Sra. de la Merced, llamado Mercedarias, situado en el Pº Ruiseñores nº 1.

Era un colegio de monjas. Mixto hasta 4º de EGB y exclusivamente femenino desde 5º de EGB hasta 8º de EGB, que era el último curso escolar que impartía el colegio.

Mi hermano Nacho entraba para cursar 3º de EGB, mi hermana Irene iba a cursar 7º de EGB y yo cursaba el último curso, 8º de EGB. El colegio estaba muy cerca de dónde vivíamos, así que los tres nos íbamos juntos caminando hasta allí.

Por cierto, que a mi padre le hacía mucha gracia porque nosotros en vez de Mercedarias, llamábamos al colegio “Las Mercenarias”. Cosas de niños, cosas de confundir palabras, cosas de mezclar televisión con realidad.

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En el colegio Las Mercedarias teníamos que llevar uniforme, lo cual a mi madre le pareció una idea maravillosa.

Recuerdo que mi hermano en invierno llevaba un abrigo tipo trenca largo de color verde botella que no le gustaba nada. Los niños del colegio se metían con él por llevar ese abrigo y le llamaban “abuelete”. Un día mi hermano se cayó a unos arbustos y se rajó el abrigo. Él pensaba que ya no lo volvería a llevar más, pero cuál fue su sorpresa que mi madre lo remendó y recortó convirtiéndolo no en un abrigo, sino en un tres cuartos más bien recortejo que mi hermano tuvo que seguir llevando.

En el colegio Mercedarias el idioma extranjero que se estudiaba era el francés, así que mis hermanos y yo, que veníamos de haber aprendido inglés en los anteriores colegios, tuvimos que ponernos las pilas para poder situarnos al nivel de nuestros compañeros de clase. Mis padres nos apuntaron a mi hermana Irene y a mi a clases particulares de francés, con una profesora encantadora que nos hizo aprender mucho. Nunca olvidaremos su nombre, Penélope.

En Mercedarias mi hermano Nacho empezó su afición al baloncesto. Mi padre le llevaba a todos los entrenamientos y asistía a todos sus partidos. Mi padre se convirtió en su mayor fan, y siguió siendo su fan hasta el fin de sus días.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

Las cosas empezaban a estabilizarse en Zaragoza. Se iban dando pinceladas a un cuadro que parecía que iba componiéndose poco a poco. Aunque ya se sabe que la estabilidad no dura para siempre y los cambios siempre están preparados para asomar por la puerta, cuando menos te lo esperas.