«Para ser grande hay que tener pasión»
«La vida puede ser maravillosa»
«La bicicleta es la más noble invención del ser humano»
El Gran Pakitín y sus otras pasiones deportivas
Mi padre también seguía el baloncesto y ¡cómo no! su equipo era el Real Madrid. Yo creo que una de las razones por las que le gustaba tanto el baloncesto era para tener más temas que compartir y hablar con mi hermano Nacho que desde pequeño jugó a ese deporte y se hizo muy aficionado. Ya comenté en un capítulo del blog que cuando mi hermano era pequeño, mi padre le acompañaba a todos sus entrenamientos y partidos de baloncesto y se ganó el sobrenombre de “El Talismán”. Mi hermano seguía también la NBA y mi padre intentaba estar al loro de esta competición para poder comentar sus impresiones con mi hermano.
De pequeño, para unos Reyes, a mi hermano le regalaron el “Exin Basket”, un juego de mesa que simulaba una pista de baloncesto, donde había que mover el balón mediante impulsos de aire. En la caja del juego ponía:
“Vive toda la emoción del baloncesto”
¡y vaya que sí se vivía! Mi hermano y mi padre se lo pasaban en grande con este juego y estaban horas y horas pegados al tablero y a sus pulsadores intentando que los verdes ganasen a los rojos, o viceversa. Haciendo que una bola de poliespan naranja se introdujese en la canasta para que el marcador subiese de puntuación.
Un día que estábamos hablando con mi hermano Nacho por skype estaban retransmitiendo por televisión un partido de baloncesto de el Real Madrid. No me acuerdo contra qué equipo se enfrentaba, lo que sí que me acuerdo es que mi hermano que estaba en Francia no podía ver el partido en ningún canal de televisión francesa ni en ninguna plataforma audiovisual. Entonces se nos ocurrió enfocar la pantalla del ordenador, que estábamos utilizando con la conexión por Skype, a la pantalla de la tele de casa que emitía el partido. De esta forma, y gracias a internet, vimos juntos el partido con mi hermano. Mi padre no dejaba de asombrarse de cómo la tecnología avanzaba y cómo, en ese caso, nos permitió ver con mi hermano un partido de baloncesto aún estando separados por más de mil kilómetros de distancia.
Mi hermano Nacho y mi padre fueron el 18 de julio de 2004 al Pabellón Príncipe Felipe en Zaragoza a ver el partido de la Selección Sub-18 Española que se enfrentaba contra su homóloga turca en la final del Europeo junior. La Selección Española ganó a la turca siendo el resultado final de 89 a 71. El jugador Sergio Rodríguez estuvo espectacular. Mi padre y mi hermano lo pasaron en grande. Dice mi hermano que mi padre “insultaba” al pivot turco llamándolo “cabezón”.
Recuerdo que el día del cumpleaños de mi padre de hace dos años, el 23 de febrero de 2020 y antes de la maldita pandemia del coronavirus, jugaba la Selección Española de baloncesto contra la Selección de Polonia para la clasificación del Eurobasket 2021 en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. Así que saqué dos entradas para el partido, una para él y otra para mí. Y lo del gafe de mi padre en aquel partido fue cierto ya que el resultado del partido fue de España 69- Polonia 80 . La selección española perdió, pero nunca olvidaré lo que disfrutó mi padre del partido y lo que disfruté yo viendo disfrutar a mi padre.
Una vez fallecido mi padre, encontré entre sus cosas esas dos entradas de ese partido, esas dos entradas de tiempos vividos juntos que no volverán y que él guardaba como recuerdo.
Las primeras imágenes que vimos cuando tuvimos nuestra primera televisión en color de la marca ITT, fue la etapa de los Lagos de Covadonga de la Vuelta Clicista a España de ese año. Todos, incluido mi padre, quedamos maravillados al descubrir los paisajes tan verdes de aquella zona que hasta entonces habíamos visto sólo en blanco y negro. En aquella época el ciclista español de moda era Perico Delgado. Siempre recordaré que mi padre nos decía que los ciclistas profesionales tenían esos rostros tan alargados y picudos debido a que la acción del viento, y de otros agentes atmosféricos, acababan limando y erosionado las facciones de sus caras.
Mi padre seguía no sólo La Vuelta Ciclista a España sino también el Tour de Francia o el Giro de Italia ¡Qué momentos vivimos en la época en que Induráin era el ganador indiscutible en todas las competiciones de este deporte tan exigente ¡Y es que Miguel Induráin fue el cuarto ciclista en ganar el Tour de Francia cinco veces, pero él fue más allá, consiguiendo esas cinco victorias de manera consecutiva de 1991 a 1995. También ganó el Giro de Italia dos veces seguidas, en el 1992 y 1993, una hazaña que sólo habían logrado en ese momento cinco ciclistas más.
La especialidad de Induráin era la contrarreloj y la mayoría de sus victorias en las etapas se daban por su dominio en la modalidad. Incluso mi hermano Nacho se acuerda de haber visto con mi padre una contrarreloj codificada de Induráin emitida por canal plus, aquel canal de pago que todos teníamos pero que nadie veíamos porque no se podía ver. Había espacios en abierto pero eran muy limitados y de lo que hablaba todo el mundo era de lo que se emitía en codificado.
Mi padre nos decía que la última etapa del Tour de Francia en París estaba reservada para la fiesta, para el homenaje, para un desfile triunfal por los Campos Elíseos. La etapa culminaba con un esprint y entre los propios ciclistas estaba mal visto atacar. Cuando éramos pequeños, mis hermanos y yo no entendíamos porqué no se podía ganar en la última etapa del Tour de Francia y mi padre nos decía : “es una tradición”. Pero seguíamos sin entenderlo y le preguntábamos otra vez :
“y si el ciclista que va en segunda posición en la clasificación general está sólo a unos segundos del primero, ¿por qué no adelanta en esa etapa y se proclama vencedor?”
Y mi padre nos seguía diciendo:
”porque es una tradición”
Y nosotros seguíamos sin entenderlo hasta que crecimos y lo entendimos. Entendimos la importancia de una tradición. Mi padre siempre nos inculcó que seguir una tradición significaba perpetuarla en el tiempo para no olvidar los orígenes.
Cuando era más joven mi padre seguía a Federico Martín Bahamontes, apodado El Águila de Toledo, y a Jesús Loroño. Ambos ciclistas fueron rivales durante años. Eran dos grandes líderes en un mismo equipo, con los mismos objetivos y ambiciones. En La Vuelta a España de 1957 ocurrieron varios hechos que hizo que la tensión entre ambos llegara su cénit. Ambos corredores llegaron a las manos y se firmó el conocido como “Pacto de Huesca”: Loroño ganaría esta Vuelta y Bahamontes la clasificación de la montaña. De no ser así ambos serían expulsados de la carrera.
La versión francesa de Bahamontes y Loroño eran Jacques Anquetil y Raymond Poulidor. El gran duelo entre Poulidor y Anquetil se vivió en el Tour de 1964. Poulidor estuvo a punto de hacerse con el Tour, derrotó a Anquetil en un duelo legendario en Puy de Dôme, en la última etapa de montaña, pero Anquetil se hizo con la general en la contrarreloj del último día. Según la leyenda en el lecho de muerte Jacques Anquetil, dijo:
«Lo siento Raymond, vas a terminar segundo otra vez»
Mi padre admiraba al ciclista estadounidense Lance Armstrong por su lucha y su afán de superación ya que tras un inicio prometedor, pero sin logros demasiado destacados a nivel internacional, a los veinticinco años fue diagnosticado de cáncer testicular con metástasis cerebral y pulmonar. Afrontó momentos durísimos, sin embargo se recuperó tras pasar por todo tipo de tratamientos para vencer la enfermedad.
Dos años después de que le diagnosticaran cáncer, Lance Armstrong volvió a correr profesionalmente. A partir de 1999 su carrera dio un gran salto e inició una racha de victorias que culminarían en el 2005 con siete triunfos consecutivos en el Tour de Francia convirtiéndose en el máximo ganador de la historia de esa competición.
Transformado en una leyenda absoluta y en símbolo del deporte en su país, tras su última conquista en la competición más importante en el ciclismo de ruta, decidió retirarse con toda la gloria.
Durante la estancia de mi padre en el hospital, un día le leí un artículo del periódico que hablaba de un nuevo escándalo en el ciclismo en el que volvía a ser protagonista el famoso y aclamado ciclista Lance Amstrong.
Ya había sido acusado de dopaje, con lo que le retiraron todos sus títulos, y en ese artículo además se aseguraba que el estadounidense usaba un motor en su bicicleta lo que le facilitó conseguir los numerosos triunfos en sus años en activo. Se desvelaron una serie de vídeos con un movimiento en común: el del ciclista tocando la parte trasera del asiento justo antes de aumentar la velocidad.
Este tipo de motores, con forma de cilindro y de sólo 800 gramos, facilitaban su escondite en los tubos de la bicicleta. A través de unos cables se conectaba con los piñones de la rueda trasera y se activaba a través de un botón en el sillín. Estos motores alcanzaban los 500W de potencia, suficiente para dejar atrás a los más temidos competidores. Todo un fraude del que mi padre no daba crédito.
Mi padre solía entonarnos una cancioncilla de un tal Valeriano, un ciclista venido a menos de una hipotética Vuelta Ciclista a España, y que decía tal que así :
“Ir con el pelotón
era su gran ilusión
Pedaleaba, sudaba,
y siempre atrás se quedaba
Fuera montaña o llano,
el último Valeriano
Y en un puerto de primera
se cambió de carretera
Al pasar por un control
quiso marcarse un farol
Y tras hacer una hábil finta,
sudando mocos y tinta
a un camión aparcado,
de un achuchón lo ha tumbado
llegando último a la meta
sin un botón en la bragueta”