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Este capítulo se lo quiero dedicar a la ilusión deportiva de mi padre, el Real Madrid. Se lo dedico a ese equipo porque mi padre vibró con él. Sintió alegría cuando ganaba y también pena cuando perdía. Su Real Madrid le traía vientos de su ciudad, de sus Madriles, de su infancia, de su juventud. Le traía recuerdos de tiempos anteriores en los que jugar en la calle era una diversión y no un peligro. Tiempos en los que había más que ganar que perder. Antes y después, pero siempre ¡Hala Madrid! 

El Gran Pakitín y su gran pasión, el Real Madrid

Después de la política y la religión, me toca abordar el tercer tema tabú en cualquier conversación, el deporte y en especial el fútbol. Mi padre de pequeño jugaba al fútbol en la calle con sus amigos del barrio o con sus compañeros de clase. Por aquél entonces apenas circulaban coches por las calles y eso permitía a los más pequeños poder jugar sin preocupación en campos de fútbol improvisados en el pavimento. Habían tan pocos coches en su barrio en aquella época que mi padre recordaba en la actualidad las familias que entonces se podían permitir ese lujo al alcance de muy pocos.

Mi padre nos comentaba que siempre ponían de portero a un niño que le llamaban “el fatigas”. Pusieron ese alias a ese niño porque padecía del corazón y se cansaba en cuanto hacía cualquier esfuerzo. Cuando ya de mayor mi padre nos contaba ese recuerdo lo hacía desde el pesar. Con la perspectiva de la madurez, a mi padre le pesaba la, en cierto modo, crueldad que de niños tuvieron al poner ese mote a ese muchacho sin tener en cuenta lo que debía sufrir por su enfermedad. También le pesaba que aquel niño no hubiese podido disfrutar de los juegos con los que disfrutaban el resto de niños de su edad. Eran simplemente niños y no tenían maldad. Cuando observaban algo que era diferente a lo que estaban acostumbrados, lo señalaban o discriminaban.

Todo cambió el 17 de Mayo de 2021

Su primo Federiquín recordaba la época en que jugaba de pequeño con mi padre en la casa de mi padre en la calle Canarias nº 30 de Madrid. Federiquin contaba que allí preparaban partidos de fútbol con las chapas de las cervezas. Dice que mi padre era muy mañoso y preparaba los equipos forrando las chapas de cerveza “El Aguila” con tela y con los colores de las camisetas de los equipos.  Mi padre pegaba en cada chapa la cabeza del jugador que recortaba de los cromos y utilizaban garbanzos a modo de balones. Mi padre abanderado, como no podía ser de otra forma, del Real Madrid y Federiquin liderando al Atlético de Madrid. El primo Federiquin recordaba que la abuela Teresa, la bondadosa madre de mi padre, les llamaba la atención cuando los garbanzos se metían debajo de los muebles. Al final, siempre Federiquin y mi padre se enfadaban y quedaba la partida aplazada para otro día.

El primo Federiquin, probablemente por la afición al fútbol que gestó en su infancia, se convirtió, con el paso de los años, en árbitro de fútbol. Fue árbitro de fútbol de primera división durante tres temporadas. Su debut en esa división fue en 1989, y casualidades de la vida fue en el campo de La Romareda en Zaragoza. En ese año nosotros acabábamos de mudarnos de Madrid a Zaragoza y mi padre estaba entusiasmado por ir a verlo debutar. Mi padre fue al partido con mi hermano Nacho que entonces tenía ochos años. Se enfrentaba el Real Zaragoza contra el Real Valladolid y acabó el partido empate a dos. Un partido con polémica porque el primo Federiquin pitó un penalti dudoso contra el Real Zaragoza y cuando acabó el partido tuvo que salir por la puerta de atrás escoltado por la policía e incluso ni mi padre ni mi hermano pudieron acercarse a despedirse de él. Mi padre siempre contaba esta anécdota con mucha gracia y nos reíamos de lo lindo.

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En la casa que vivíamos en Tarrasa, mi padre y mi hermano Nacho, que entonces tendría unos seis o siete años, jugaban al fútbol utilizando a modo de portería una mesa baja con la superficie de mármol que había en el salón. Como pelota, mi padre cogía papel de periódico, lo moldeaba  con sus manos para darle  forma redonda y pegaba la improvisada pelota de papel con celo para que se mantuviese compacta. Como era una casa grande, mi padre y mi hermano podían moverse sin problema y se pasaban un buen rato regateando para meter la pelota de papel entre las cuatro patas de la mesa baja con superficie de mármol.

Mi padre siempre decía que la única regla que hacía inteligente al fútbol era “el fuera de juego”, “offside” en inglés. Cuando mi padre decía “offside” era muy gracioso porque alargaba el sonido de la “f” en exceso para que quedase claro que la palabra se escribía con dos “f” seguidas.

Desde finales del siglo XIX hasta 1925, la norma indicaba que «un jugador estaba en fuera de juego si en el momento en el que recibía el balón, o éste llegaba a su altura, entre él y la portería contraria había menos de tres jugadores de equipo». Entonces un futbolista irlandés , Billy McCracken, fue más inteligente que todos los demás jugadores, y convirtió una regla que en principio perjudicaba a los defensas, en una ventaja para su equipo. Cuando dicho jugador se retiró de los terrenos de juego en 1925, la FIFA aprovechó para reunirse y formular lo que hoy conocemos como la nueva regla del fuera de juego, más estricta que la anterior, y que se articulaba de la siguiente forma: «un jugador se hallaba en fuera de juego si se encontraba más cerca de la línea opuesta que el balón y el penúltimo adversario».

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Mi padre fue, es y será un fiel seguidor de su equipo el Real Madrid. Era un “merengón” de los pies a la cabeza y mi madre, mis hermanos y yo nos convertimos en auténticos “merengones” siguiendo sus pasos. ¡Cuántas alegrías tuvimos con las victorias del Real Madrid y cuántas alegrías tuvimos con las derrotas del Barcelona!.

Mi madre, mientras escuchaba por la radio los partidos, hacía los cuernos con las dos manos en las jugadas que realizaban los equipos que se enfrentaban contra el Real Madrid. Cuando mi padre le preguntaba a mi madre :

“¿Titis ya estás poniendo los cuernos?”

y mi madre contestaba: “ Sí “, entonces ya teníamos más posibilidades para que ganase el Real Madrid. Recuerdo que nos chocábamos las manos entre nosotros cuando el Real Madrid marcaba un gol o  cuando al F. C Barcelona le metían un gol. En esas ocasiones en las que ganaba el Real Madrid o perdía El F. C Barcelona, mi padre acuñaba la expresión

tengo una hemorragia de felicidad

frase que resumía cómo disfrutaba mi padre del fútbol y de su Real Madrid.

Mi padre guardaba, con mucho cariño, un organillo tamaño miniatura que, al girar su diminuta manivela, reproducía la música del antiguo himno del Real Madrid, “Hala Madrid”.

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Recordaré siempre el 20 de mayo de 1998, día en el que se celebraba la final de La Liga de Campeones de la temporada 97-98 en la que se enfrentaban el Real Madrid y La Juventus en el estadio Arena de Ámsterdam. En aquel entonces yo estaba de Erasmus en Bruselas y viajé a Holanda para ver el partido en casa de unos amigos de mi novio holandés Paul. Yo estaba pendiente de la pantalla desde Holanda y sabía que mi padre estaba pendiente de la pantalla desde Zaragoza. Cuando en el minuto 66 del partido marcó Predrag Mijatovic para dar ventaja al Real Madrid sobre La Juventus, rápidamente llamé por teléfono fijo ya que entonces no habían móviles, a mi padre y simplemente dije:

Golllllllllllll

Los dos estábamos como locos de alegría. ¡Fue tan bonito sentir el gozo de mi padre a través de la línea telefónica a la distancia que estábamos!

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El resultado final del partido fue 1-0 para los madridistas que lograron la ansiada “Séptima” Copa de Europa, tras 32 años sin obtener el título.

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Ese día después del partido, mi padre y mi hermano Nacho fueron a celebrar la victoria a la Plaza de España de Zaragoza. Esta plaza era un lugar mítico de encuentro de aficionados que festejaban las victorias de su equipo el Real Madrid. Mi padre saltó tanto en esa plaza para celebrar el nuevo título que se hizo daño en el pie. Desde ese día padeció de un espolón calcáneo en el talón del pie y a partir de entonces celebrábamos los triunfos en casa sin saltos pero con el mismo entusiasmo de siempre.

A partir de esa Séptima Copa de Europa, el Real Madrid fue incrementando su palmares europeo. Llegaron la octava, la novena y la décima. Tras cada victoria del Real Madrid en La Liga de Campeones, mi padre solía comprar el periódico “Marca” para poder leer y releer la crónica del partido y disfrutar otra vez del triunfo conseguido. De hecho guardaba dichos periódicos como recuerdo.

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Fue cuando se obtuvo la décima Copa de Europa que el Real Madrid compuso el himno,  “Hala Madrid, y Nada Más” que mi padre escribió en una hojita y guardó esa hojita, como todas las cosas que valoraba, debajo del cristal de la mesa de su despacho.

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“Historia que tú hiciste, historia por hacer
Porque nadie resiste tus ganas de vencer
Ya salen las estrellas, mi viejo Chamartín
De lejos y de cerca nos traes hasta aquí
Llevo tu camiseta pegada al corazón
Los días que tú juegas son todo lo que soy
Ya corre la saeta, ya ataca mi Madrid
Soy lucha, soy belleza, el grito que aprendí
Madrid, Madrid, Madrid ¡Hala Madrid!
Y nada más y nada más ¡Hala Madrid!”.

Y también llegaron la undécima, la duodécima y la decimotercera copas de la Liga de Campeones.

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Sé que el 28 de mayo de 2022, cuando el Real Madrid volvió a coronarse como rey de Europa y aumentaba su hegemonía en la máxima competición continental con su decimocuarta Copa de Europa al ganar al Liverpool en el Stade de France, mi padre saltaba de alegría en el cielo y esta vez, sin temor a hacerse daño.

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Un mes antes, el 30 de abril del 2022, el Real Madrid ganó la Liga de España y Luisito, el amigo de la infancia de mi padre, no dudó en decirme:

Yo creo que Paco ha tenido algo que ver en el doblete de este año. Demasiados milagros con la Copa de Europa, para que sea normal”

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Muchas veces nos reíamos, mi padre y yo, porque en algunos sorteos de competiciones nacionales o europeas al Real Madrid le tocaba un equipo, a priori, sencillo de ganar, lo que llamábamos “la perita en dulce” del campeonato. Entonces nos alegrábamos porque en teoría estaba “chupado” derrotar a ese equipo. Mi padre entonces decía de ese equipo :

¡Pero si lo más redondo que han visto es una caja de galletas!”

Sin embargo , en ciertas ocasiones, ese equipo “perita en dulce” resultaba ser una “perita envenenada” y se las hacía “pasar canutas” al Real Madrid para pasar de fase. Y entonces decíamos :

“¡Pues suerte que nos ha tocado la perita en dulce que si no…. !

Y es que a veces el Real Madrid era capaz de hacer lo más difícil y fallar lo más fácil.

En los últimos años, y cómo se ponía tan nervioso al ver los partidos, le decíamos que no los viese en directo y que los viese en diferido. Así matábamos dos pájaros de un tiro, por una parte evitábamos que su corazón se alterase y por otra , como según mi madre mi padre cuando veía los partidos era gafe y le metían goles al Real Madrid, podíamos contribuir a la victoria de nuestro equipo. ¡Y cómo no! , mi padre tan obediente como siempre nos hacía caso y esperaba pacientemente el final de los partidos a que le dijésemos el resultado. Eso sí, yo a lo largo del partido consultaba por google el resultado y si veía que el Real Madrid ganaba se lo decía a mi padre para que fuese disfrutando un poquito por adelantado.

Recuerdo que el 29 de enero de 2020el Real Madrid jugaba a las 21.00 h un partido de La Copa del Rey contra el Real Zaragoza en su campo, La Romareda. Mi padre y yo quedamos en el Hotel Palafox  de Zaragoza, dónde se  concentraba el Real Madrid, unas horas antes del partido para poder ver de cerca a los jugadores cuando salían a coger el autobús que les llevaba al campo.

Cuando llegué al hotel yo iba acompañada de mi amiga Natali con la que había quedado en una cafetería para despedirnos porque ella se trasladaba a Asturias por temas laborales . Mi padre tenía un gran aprecio a esta amiga mía. Natali es franco-alemana y mi padre, cada vez que la veía, le decía que le diese clases de alemán, ¡mi padre siempre con ganas de aprender¡. Los alrededores del hotel estaban llenos de gente esperando ver a su equipo y yo lo único que esperaba era ver dónde estaba mi padre. Después de mucho buscar, encontramos a mi padre tan tranquilo rodeado de gente y observando con ojos de niño a su equipo al que admiraba de toda la vida.

Era tan castizo, que no sólo seguía de cerca al Real Madrid sino que también estaba pendiente de los resultados de los equipos madrileños de cualquier división de fútbol. Así estaba pendiente del Getafe, del Rayo Vallecano, del Leganés (y eso que dicho equipo eliminó al Real Madrid en la Copa del Rey de 2018 y entonces apodaron al Leganés “El monstruo del Leganés”), del Alcorcón, del Fuenlabrada y del Real Madrid Castilla. Nosotros le decíamos a mi padre que no iba a dar abasto siguiendo a tantos equipos, pero él sí que daba abasto y lo hacía desde su corazoncito madrileño.

Y claro, mi padre también era de la Selección Española de fútbol, sobre todo cuando los jugadores que alineaban eran de su Real Madrid. La verdad es que durante algunos años la selección no estuvo muy boyante y mi padre solía utilizar la conocida frase de:

La selección española juega como nunca y pierde como siempre”.

Muchos partidos de La Selección Española que prometían ser vibrantes y entretenidos, acababan no siéndolo y mi padre en estos casos acuñaba la frase de

“partido de expectación, partido de decepción”.

Pero esa mala racha de la Selección Española cambió cuando se enfrentó contra la Selección de Malta el 21 de diciembre de 1983 a las 20:15 en el Estadio Benito Villamarín de Sevilla. Ese partido se convirtió en uno de los partidos más míticos y grandiosos de la historia del fútbol español. Un partido que en mi casa no olvidamos y que recordábamos a menudo. Ese día España se jugaba la clasificación para la Eurocopa´84 con Holanda. La Selección Española llegaba a la última jornada con dos puntos de desventaja respecto a los Países Bajos y necesitaba ganar por una diferencia de once goles a favor en su partido final frente a Malta. La misión aquel día parecía imposible, pero la magia y el encanto de los años 80 se instaló en aquella fría noche sevillana de víspera navideña.

Cuando se llegó al descanso, el resultado era un muy insuficiente 3-1. Pero el segundo tiempo fue un monólogo de España y los goles cayeron uno tras otro en la portería maltesa. La apoteosis llegó cuando Juan Señor marcó el 12-1 definitivo en el minuto 84. Misión cumplida y clasificados para Francia 84. El público sevillano enloqueció. España entera enloqueció y tras el gran fiasco de la participación en nuestro propio Mundial de 1982, España se volvió a enganchar a su selección al grito de:

“Sí, sí, sí, España va a París”.

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Veintisiete años después del partido contra Malta, la Selección Española volvía a protagonizar una gesta en el campo de futbol. El 11 de julio de 2010, España se proclamó campeona del mundo de fútbol, por vez primera en su historia, después de derrotar, por 1-0, a Holanda en la final, disputada en el Soccer City de Johannesburgo (Sudáfrica). El único gol marcado por La Selección Española corrió a cargo del centrocampista Andrés Iniesta en el minuto 116, a sólo cuatro minutos del final de la prórroga. Iniesta celebró el gol quitándose la camiseta de la selección y mostrando debajo su camiseta interior en la que había escrito el mensaje: “Dani Jarque, siempre con nosotros”. Y es que Dani Jarque era un jugador de El Español, muy amigo de Andrés Iniesta, que falleció el 9 de agosto de 2009 a causa de un fulminante ataque al corazón en Florencia durante la pretemporada de su equipo.

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Ese partido además destacó por las paradas del portero Iker Casillas al que llamaron “El Salvador” y la patada que el jugador holandés De Jong dio a Xabi Alonso en el pecho.

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En mi casa  celebramos el triunfo de la selección española gritando como locos y recordando con alegría al famoso cefalópodo, El Pulpo Paul”, el oráculo del mundial 2010 que, unos días antes, predijo la victoria de España sobre Holanda.

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